El lenguaje audiovisual como mensaje a dos niveles


El lenguaje audiovisual como mensaje a dos niveles

El lenguaje audiovisual está integrado por un conjunto de símbolos y normas de utilización que hacen posible la comunicación. Contiene elementos morfológicos, una gramática y recursos estilísticos que le son propios. Es un sistema de comunicación multisensorial que apunta a dos sentidos visual y auditivo. Estos dos niveles son procesados globalmente por el receptor del mensaje que construyen. Esto proporciona al receptor una experiencia unificada. De esta forma estos dos niveles (imagen y sonido) solo adquieren sentido si se los considera en conjunto.
El lenguaje audiovisual supone varias dimensiones.

Aspecto morfológico
  • Elementos visuales: figurativos, abstractos, esquemáticos
  • Elementos sonoros: palabra, ruido, música
Aspecto sintáctico
  • Planos, angulaciones, movimientos, elementos de la composición de la imagen.
  • Iluminación.
  • Intensidad sonora.
  • Colores. 
  • Ritmo.
  • Continuidad.
Aspecto semántico
  • Sentido. 
  • Significación.
  • Connotación y denotación.
  • Recursos estilísticos

Situamos a los Medios Audiovisuales dentro del campo de la comunicación. ¿Que implica esta afirmación?

En el esquema propuesto por el lingüista ruso Roman Jakobson señala los factores que constituyen todo hecho discursivo.

CONTEXTO
MENSAJE

DESTINADOR                                     DESTINATARIO

CONTACTO
CODIGO


El destinador transmite un mensaje al destinatario. Para que sea operante  el mensaje requiere un contexto de referencia que el destinatario pueda captar. Un código común entre destinador y destinatario y un contacto (un canal físico y una conexión  psicológica) entre el destinador y destinatario que permite a ambos mantener la comunicación.

Cada uno de estos seis factores determina una función diferente del lenguaje. 

  1. Función emotiva (o expresivacentrada en el destinador apunta a una expresión directa de la actitud del hablante ante aquello de lo que está hablando. Ej.: uso de interjecciones "puf, ouch", ¡uh como estoy!)
  2. Función conativa orientada hacia el destinatario. Por ejemplo uso de imperativo. "¡Hacelo!".
  3. Función referencial orientada hacia el contexto. Es de lo que se habla. 
  4. Función fática orientada hacia el canal. Mensajes que sirven sobre todo para cerciorarte que el canal de comunicación funciona. Ej.: "¿Me escuchas?".
  5. Función metalingüística centrada en el código. Para confirmar que se está usando el mismo cogido. Ej.: "¿Que queres decir con...?".
  6. Función poética orientada hacia el mensaje. La forma de expresarse. Ej.: "¿Por qué siempre decís Ana y María y no María y Ana? ¿Porque suena mejor?".
Todo discurso dice muchas más cosas de las que parece enunciar en primera instancia. Con el lenguaje persuadimos, establecemos lazos sociales, construimos nuestras propias realidades, construimos nuestra personalidad (pensemos en cómo nos presentamos en nuestra redes sociales), etc. Siempre el mensaje está construido en función del receptor. Y "construido" acá es una palabra clave. Implica que todo mensaje está destinado a un receptor. Para la construcción de mensajes están disponibles los recursos propios del lenguaje específico que utilizamos. En nuestro caso el lenguaje audiovisual. Toda conducta comunicativa se orienta a un fin. Según nuestro interés comunicativo utilizaremos determinados recursos y descartaremos otros. Esa selección estará en función de la competencia comunicativa del receptor, es decir de la posibilidad que tiene el receptor de comprender el mensaje. Por ejemplo, no utilizaremos los mismos recursos del lenguaje audiovisual si nuestro mensaje va a estar dirigidos a niños pequeños que a personas mayores, o a personas analfabetas que a personas escolarizadas. Esto se hace muy visible en las campañas de prevención de enfermedades. La información que queremos transmitir es la misma (Lavarse las manos antes de comer) pero si el mensaje va dirigido a niños pequeños podremos utilizar animación, si va dirigido a personas analfabetas no será conveniente utilizar lenguaje escrito, etc. 

Para referirse al receptor del mensaje el semiólogo italiano Umberto Eco propuso la categoría de Lector modelo.

Para organizar su estrategia textual un autor debe referirse a una serie de competencias (expresión más amplia que "conocimiento de los códigos") capaces de dar contenido a las expresiones que utiliza. Debe suponer que el conjunto de competencias a que se refiere es el mismo al que se refiere su lector. Por consiguiente, deberá prever un Lector Modelo capaz de cooperar en la actualización textual de la manera prevista por él y de moverse interpretativamente, igual que él se ha movido generativamente. Los medios a que recurre son múltiples: la elección de una lengua (que excluye obviamente a quien no la habla), la elección de un tipo de enciclopedia (si comienzo un texto con "como está explicado claramente en la primera Crítica ... " restrinjo, y en un sentido bastante corporativo, la imagen de mi Lector Modelo), la elección de determinado patrimonio léxico y estilístico. Por un lado, el autor presupone la competencia de su Lector Modelo; por otro, en cambio la instituye. También a nosotros que no teníamos experiencia de las novelas góticas conocidas por los lectores de Walter Scott, se nos invita ahora a saber que ciertos nombres connotan "héroe caballeresco" y que existen novelas de caballería pobladas de personajes como los mencionados, que ostentan características estilísticas en cierto sentido lamentables. De manera que prever el correspondiente Lector Modelo no significa sólo "esperar" que éste exista, sino también mover el texto para construirlo. Un texto no sólo se apoya sobre una competencia: también contribuye a producirla. 

Umberto Eco advierte también acerca de la polisemia del sentido y los textos abiertos. Es decir, textos que se decodifican de manera distinta a los esperados por el autor. Eco pone como ejemplo la novela Los misterios de Paris, de Eugene Sue.  

Aunque fueron escritos desde la perspectiva de un dandy para contar al público culto las excitante s experiencias de una miseria pintoresca, el proletariado los leyó como una descripción clara y honesta de su opresión. Al advertido, el autor los siguió escribiendo para ese proletariado: los embutió de moralejas socialdemócratas, destinadas a persuadir a esas clases "peligrosas" -a las que comprendía, aunque no por ello dejaba de temer- de que no desesperaran por completo y confiaran en el sentido de la justicia y en la buena voluntad de las clases pudientes. Señalado por Marx y Engels como modelo de perorata reformista, el libro realiza un misterioso viaje en el ánimo de unos lectores que volveremos a encontrar en las barricadas de 1848, empeñados en hacer la revolución porque, entre otras cosas, habían leído Los misterios de Paris.

Esto nos lleva a pensar que por menos cabos sueltos que dejemos en la construcción de nuestro producto audiovisual apuntado a un lector modelo, el lector puede ser otro, distinto al que imaginamos y hacer una interpretación distinta a la esperada. Sin embargo, el desafío del realizador es acotar al máximo las posibilidades de interpretación. Para hacerlo dispone de los recursos del lenguaje (en nuestros caso) audiovisual. Es decir, nuestra producción audiovisual hablara por sí misma. No estaremos nosotros ahí para explicarle a cada receptor lo que quisimos decir. Y por lo tanto debemos utilizar los recursos más apropiados para lograrlo en función de nuestro lector modelo. Veamos como esto es muy distinto a la creación artística, donde es lícito que el artista construya sus obras por un mero afán de expresión sin tener en cuenta al receptor (aunque esto no implica una libertad total ya que siempre su creación esta atada a las reglas de un contexto histórico).